Hemos participado en el estudio “Diagnóstico del desperdicio alimentario en los hogares de Cataluña en el año 2024”, elaborado conjuntamente con el CREDA, centro consorciado IRTA-UPC, por encargo del Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural de la Generalitat de Cataluña. La contribución del equipo de Análisis de Ciclo de Vida del programa de Sostenibilidad en Biosistemas del IRTA se ha centrado en el análisis del impacto ambiental del desperdicio alimentario generado en el consumo doméstico.
Según el estudio, los alimentos desaprovechados en los hogares catalanes durante el 2024 generaron 462.347 toneladas de CO₂ equivalentes, una cifra similar a las emisiones anuales de más de 73.000 personas, una población comparable a ciudades como Manresa o Vilanova i la Geltrú. Para ponerlo en perspectiva, esto equivale a las emisiones generadas por 21.716 vuelos comerciales entre Barcelona y Bruselas con unos 200 pasajeros cada uno.
Esta estimación se ha realizado a partir de metodologías reconocidas internacionalmente como el análisis de ciclo de vida (ACV) y la Environmental Footprint (EF) de la Comisión Europea.
“Estos datos evidencian que el desperdicio alimentario no es solo una cuestión ética o económica, sino también ambiental. Producir alimentos que no llegan a consumirse implica malgastar recursos naturales y generar emisiones que podríamos evitar. Es importante entender que cada alimento desperdiciado en los hogares acumula el impacto ambiental generado en las etapas anteriores: la producción primaria, la industria alimentaria, la distribución y la comercialización, hasta llegar al consumidor final”, explica la investigadora Ariadna Bàllega, del programa de Sostenibilidad en Biosistemas del IRTA.
Más allá de las emisiones, el desperdicio alimentario implica un coste ambiental muy significativo en términos de recursos:
La mayor parte del impacto en el cambio climático (un 70,3%) proviene de alimentos no cocinados que se desechan antes de ser consumidos, como frutas, verduras o productos caducados. Los alimentos cocinados desperdiciados también representan una parte significativa, especialmente aquellos que se desechan directamente del plato (19,4%) o que se olvidan en la nevera (10,3%).
Los grupos de alimentos con mayor huella ambiental son el café y la carne, que destacan por su contribución en la mayoría de las categorías ambientales analizadas. El pescado, la pasta, el arroz, la fruta y las ensaladas también presentan un impacto ambiental elevado, aunque en categorías específicas, y a menudo por su presencia en platos cocinados (por ejemplo, un plato de pasta boloñesa contiene carne).
Este trabajo ofrece una imagen rigurosa de los efectos ambientales derivados de los hábitos de consumo doméstico y será clave para diseñar estrategias de reducción del desperdicio alimentario. De hecho, el Departamento impulsará en 2025 una prueba piloto de intervenciones en los hogares catalanes con la participación del IRTA y el CREDA, con el objetivo de poner a prueba medidas que ayuden a mejorar la planificación, conservación y aprovechamiento de los alimentos.