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29/06/2018

Los suelos agrícolas catalanes contienen tanto carbono como el que Catalunya emite en 4 años

 

  • Recientemente se ha presentado un mapa que muestra la cantidad de carbono orgánico presente en los primeros 30 cm de los suelos agrícolas de toda Cataluña.

  • De los 48 millones de toneladas de carbono orgánico, el conjunto de los suelos de cultivos de secano acumulan el 54%. Pero son los suelos de arrozales y de pastos los que mayor concentración tienen.

  • El mapa se ha elaborado a partir de la colaboración entre el IRTA, el CREAF, el CTFC, el ICGC, y el Departamento de Agricultura de la Generalitat de Cataluña.

 

Este mes de junio se ha presentado en la sede del Instituto de Estudios Catalanes en Barcelona, y con el apoyo de su filial, la Institución Catalana de Estudios Agrarios (ICEA), el  Mapa de les reservas de carbono orgánico en los suelos agrícolas de Catalunya. Este mapa “nos permitirá ver los cambios en la capacidad de los suelos para acumular carbono, si nuestros suelos agrícolas tendrán un papel relevante de mitigación del cambio climático, y cuáles deberán ser las técnicas de cultivo más adecuadas”, comenta Jordi Vayreda, investigador del CREAF. De promedio, los suelos agrícolas catalanes —hablamos siempre los primeros 30 cm superficiales— contienen unos 4,9 kg C/m2 (kg de carbono orgánico por metro cuadrado). Esto supone que en toda Catalunya haya un stock de casi 48 millones de toneladas, repartidas entre los 9.830 km2 de cultivos de nuestro territorio. Un valor que equivale a todo el dióxido de carbono (CO2) que se emite en cuatro años en Catalunya, según el inventario de emisiones de gases con efecto de invernadero en Catalunya de 2015. “No es una cifra nada insignificante, ya que corresponde al 33% de la superficie del país y contribuye al papel mitigador que las COP 21 y 22 asignaron a la agricultura”, añade Robert Savé, investigador del IRTA.

Las tierras arables, sobre todo dedicadas a cultivos de secano como los cereales, son las más extensas y las que acumulan por tanto más carbono orgánico total (un 53,9%). En cambio, los arrozales —que ocupan sólo 200 km2 concentrados en el delta del Ebro y el Empordà— y los pastos en uso por los rebaños —con una extensión de 340 km2 en toda Catalunya— son los que más carbono orgánico retienen por m2.

 

El tipo de cultivo determina la capacidad de los suelos para almacenar carbono

La mayor parte de terreno agrícola catalán se concentra en la plana de Lleida, que presenta unos stocks moderados (entre 4 y 5,5 kg C/m2). En el norte, donde hay pastos, y el Delta con los arrozales, es donde los stocks de carbono son más elevados, y se sitúan por encima de los 6 kg C/m2. En cambio, la parte pre-litoral central tiene los stocks más bajos (por debajo de 4 kg C/m2), ya que es donde se concentra buena parte de la vid y el olivo. “Los valores bajos de los viñedos y los olivares se deben a las propiedades del suelo (cantidad de piedras, componentes o textura), el tipo de cultivo y las técnicas que se pueden utilizar, y al uso histórico que se ha dado el suelo desde hace siglos”, comenta Josep Maria Alcañiz, catedrático de edafología y química agrícola de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del CREAF.

El 54,3% de los campos de cultivo corresponde a tierra arable, especialmente de cereales, lo que hace que sean estos suelos los que, en conjunto, más cantidad de carbono orgánico acumulen, con unos 25,8 millones de toneladas (un 53,9% del total). En segundo lugar, los suelos de campos de árboles frutales acumulan 7 millones de toneladas, un 14,7% de todo el carbono orgánico; y en tercer lugar se encuentran los suelos de campos de olivos con 5,8 millones de toneladas, un 15,1% del total.

No obstante, son los suelos de los campos de arroz los más eficientes a la hora de almacenar carbono orgánico. Los arrozales sólo ocupan el 2% del terreno agrícola catalán (200 km2), pero contienen el 3% del total de carbono orgánico (1,4 millones de toneladas). Esto supone que estos suelos acumulen unos 6,49 kg C/m2, bastante por encima del promedio. Los pastos también son más eficientes que el resto de suelos, ya que almacenan unos 6,36 kg C/m2. Así que, a pesar de ocupar sólo el 3,5% del territorio agrícola (340 km2), acumulan el 4,9% del carbono orgánico (2,3 millones de toneladas). En cambio, los suelos con viña son los más pobres en carbono, con 3,9 kg C/m2. El cultivo de la vid ocupa el 5,7% de la superficie agrícola (560 km2), pero sus suelos sólo contienen el 4,1% del carbono orgánico (2 millones de toneladas).

Se han utilizado también variables de tipo agrícola (si hay cultivo de secano o regadío), climático (precipitación anual y evapotranspiración) y topográfico (altitud). El trabajo ha sido posible gracias a la colaboración entre el Instituto Cartográfico y Geológico de Catalunya (ICGC), Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (DARP), el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Catalunya (CTFC), el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y el IRTA.

 

Mapa del contenido de carbono orgánico en los suelos agrícolas

 

El carbono orgánico del suelo mejora la productividad de los cultivos y ayuda a mitigar los efectos del cambio climático

Inmaculada Funes, investigadora del IRTA, fue la encargada de presentar el mapa el pasado 7 de junio en el marco de la jornada ‘El carbono orgánico de los suelos agrícolas: una herramienta para la mitigación del cambio climático en Catalunya’. El carbono orgánico es aquel proveniente de la materia orgánica que bacterias, hongos e invertebrados del suelo descomponen a partir de los restos de otros seres vivos, sobre todo plantas, que incorporan a sus estructuras el CO2 de la atmósfera con la fotosíntesis. “Tener unos suelos ricos en carbono orgánico ayuda a mejorar el crecimiento de los cultivos y las plantas en general. Este carbono del suelo actúa como una esponja, ayuda a retener nutrientes y agua para las plantas “, explica Funes.

“La aplicación de abonos orgánicos puede contribuir a incrementar el contenido de carbono de los suelos agrícolas. Una de las opciones es incorporar biocarbón (biochar) —carbón obtenido a partir de residuos orgánicos—, que además de mejorar la fertilidad del suelo, representa una oportunidad para revalorizar residuos, obtener energía y otros productos dentro de una estrategia de economía circular”, explica Josep Maria Alcañiz.

 

La iniciativa ‘4 por 1000’

En esta línea, la jornada sirvió para explicar las ventajas que supone aplicar la estrategia ‘4 por 1000’. Esta iniciativa, presentada durante la COP21 de París en 2015, pretende incrementar el carbono orgánico de los suelos agrícolas y forestales de todo el mundo un 0,4% anual (o 4 ‰). Esto permitiría que los suelos secuestraran una cantidad de carbono orgánico que compensaría el del CO2 emitido a la atmósfera por actividades humanas, ayudaría a mitigar los efectos del cambio climático, y a la vez mejoraría el abastecimiento de alimentos en todo el mundo, ya que la productividad de los cultivos aumentaría.