3 años de COVID-19: de la investigación de emergencia a un área de estudio consolidada
Con 120 muertes y más de 4.000 personas infectadas, en marzo de 2020, España –el segundo país de Europa, después de Italia, con más casos notificados en ese momento– declaraba el estado de alarma para la gestión de la crisis sanitaria ocasionada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. Para hacer frente a esta devastadora pandemia, el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa –centro impulsado conjuntamente por la Fundación “la Caixa” y el Departamento de Salud de la Generalidad de Cataluña–, el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CReSA) del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) y el Barcelona Supercomputing Center – Centro Nacional de Supercomputación (BSC), con el apoyo de Grifols, fusionaron sus áreas de experiencia –salud humana, salud animal y supercomputación, respectivamente – y crearon el consorcio CBIG, que permitió emprender proyectos de investigación conjuntos para encontrar soluciones a la COVID-19.
Tres años después, y con muchas más herramientas disponibles para hacer frente a la COVID-19, las cifras de la pandemia comienzan a mejorar y, lo que en su momento era investigación de emergencia, pasa a ser una línea de estudio consolidada. «Gracias a todo el conocimiento generado en tiempo récord, y al que se continúa generando actualmente, el estado de la pandemia de la COVID-19 comienza a ser esperanzador y la comunidad científica intuye el principio del fin», anhela Bonaventura Clotet, director de IrsiCaixa.
Investigar en vivo y en directo
La emergencia sanitaria supuso la necesidad de generar conocimiento y producir herramientas de diagnóstico, prevención y tratamiento con urgencia. Desde su creación, el equipo ha demostrado la efectividad de determinados fármacos antivirales contra el SARS-CoV-2, como la plitidepsina o las ciclodextrinas, pero también ha descartado otros, como la hidroxicloroquina. En cuanto a la detección del virus, el equipo ha validado la eficacia de los test de antígenos y cómo ésta se veía modificada en función de las mutaciones que adquiría el SARS-CoV-2. «Toda la investigación que llevábamos a cabo en ese momento tenía un efecto inmediato en la forma de tratar la enfermedad. Tanto los resultados positivos como los negativos eran claves para atender de la mejor forma al conjunto de pacientes, y para frenar la transmisión. Por eso se publicaban en abierto. De esta forma evitábamos el retraso que implica el hecho de publicar en revistas científicas», recuerda Julià Blanco, investigador IGTP en IrsiCaixa. «Este, sin embargo, no es el ritmo habitual de la ciencia, que suele requerir de plazos más largos y que no concentra toda la investigación global en un solo objetivo», añade.
Al mismo tiempo, el consorcio diseñaba un nuevo prototipo de vacuna. «Hemos analizado las posibles estructuras moleculares de la proteína Spike y su receptor para identificar moléculas candidatas a vacunas», explica Víctor Guallar, jefe del grupo de modelización electrónica y atómica de proteínas del BSC. Gracias a estos estudios se han detectado distintos prototipos de vacuna, que han resultado ser eficaces en modelos animales. «Para crear la vacuna hemos utilizado proteínas recombinantes centradas en la estructura de la espícula (Spike), que es la diana de los anticuerpos neutralizantes. Hemos visto que este prototipo podría ser capaz de evitar el desarrollo de la enfermedad», detalla Jorge Carrillo, investigador de IrsiCaixa. El equipo también realizó, y sigue haciendo, un seguimiento exhaustivo de los anticuerpos neutralizantes de la población, un dato que informa del nivel de protección que tienen las personas contra la COVID-19.
Otro punto clave durante la pandemia ha sido entender qué animales son susceptibles a la infección por el SARS-CoV-2. «Sabemos que los gatos, perros, hurones y leones, entre otros, se pueden infectar de manera natural por el SARS-CoV-2», detalla Joaquim Segalés, investigador del IRTA-CReSA y catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). «Tener este conocimiento es importante para saber cuáles podrían ser los potenciales reservorios del virus», añade Júlia Vergara-Alert, investigadora del IRTA-CReSA.
Al mismo tiempo que se realizaban las investigaciones científicas, el equipo debía superar retos logísticos. «Para trabajar con virus que se transmiten por vía respiratoria son necesarias unas medidas de seguridad muy estrictas y tuvimos que habilitar los laboratorios que ya teníamos y crear nuevos para poder iniciar los estudios rápidamente», explica Blanco, que agradece la complicidad con el Centro de Bioimagen y Medicina Comparativa CMCiB-IGTP. Una vez habilitados, estos laboratorios permitieron, y siguen permitiendo, la realización de otros proyectos de investigación con diferentes patógenos.
Dónde estamos y hacia dónde vamos
Cada día se contabilizan en el mundo alrededor de 145.000 infecciones por el SARS-CoV-2 y 960 muertes por COVID-19, cifras que, en el último mes, han disminuido un 69 y 89%, respectivamente. Este descenso ha sido, en gran parte, gracias a las vacunas, las aliadas por excelencia de la pandemia a la hora de detener la progresión de la severidad de la COVID-19. A diferencia de lo que ocurre con el VIH, por el que disponemos de tratamientos pero no de vacunas, contra el SARS-CoV-2 sí que se han desarrollado vacunas, pero todavía se está trabajando para encontrar fármacos efectivos a la hora de eliminar el virus del organismo. «Aparte de identificar qué fármacos podrían ser útiles contra el SARS-CoV-2, también es importante descifrar el mecanismo de acción subyacente, ya que esto nos permitiría averiguar qué tratamientos pueden ser efectivos contra el SARS-CoV-2 y, a la vez, entender cuáles funcionarían contra otros virus. Conocer al detalle cómo funcionan los fármacos ayudaría a tener una batería de posibles compuestos preparada para su uso frente a futuras pandemias», explica Nuria Izquierdo-Useros, investigadora principal de IrsiCaixa.
Los saltos zoonóticos se han descrito a lo largo de la historia de la humanidad, y siguen sucediendo a día de hoy. «Hay que acumular conocimiento para poder estar preparados por las actuales amenazas, pero también por las que puedan emerger. Fusionar los campos de investigación de los tres centros que formamos el consorcio CBIG nos permite trabajar bajo la perspectiva de Una Sola Salud, que consiste en entender la salud como el conjunto de la salud humana, animal y ambiental», remarca Clotet. «Esta forma de trabajar es imperativa para poder hacer frente y avanzarnos a futuras pandemias», concluye.