Natàlia Majó: «Afrontar las enfermedades del futuro será cada vez más difícil si no se invierte más en la sanidad animal»
Discreta, con una mente inquieta y ganas de afrontar nuevos retos. Así es como se define Natalia Majó y es lo que la llevó a dedicarse a la investigación, tras licenciarse en Veterinaria en la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde octubre de 2019, es la nueva jefa del programa de Sanidad Animal del IRTA, tomando el relevo de Fernando Rodríguez. La experiencia de Majó como profesora del Departamento de Sanidad y Anatomía Animal de la Facultad de Veterinaria de la UAB y su área de investigación en enfermedades víricas aviares hace que esta nueva etapa sea «una oportunidad para devolver todo lo que ha logrado durante su trayectoria al centro que ha visto nacer y evolucionar».
Una entrevista de Marina Torres (Comunicación IRTA CReSA)
Vivimos en un país donde la ganadería ocupa un lugar muy importante en el sector primario y en la economía.
Por ello es fundamental la investigación en la sanidad animal para que los animales tengan un buen estado de salud y vivan mejor en las granjas. Esto es lo que hacemos en el centro IRTA-CReSA, que es donde se desarrolla la investigación principal del programa de Sanidad Animal del IRTA. Aquí investigamos las enfermedades infecciosas provocadas por virus y bacterias que afectan sobre todo los animales de ganadería destinados al consumo humano, pero también a los animales salvajes. Por otro lado, hay algunas enfermedades -las llamadas zoonóticas– que se pueden transmitir los animales a las personas y que pueden suponer un peligro para la salud humana, como la gripe aviar, la tuberculosis o las enfermedades priónicas. En este sentido es básico estudiar y conocer estas enfermedades y sus mecanismos de transmisión.
Entonces, en muchos casos también necesitáis trabajar con la medicina humana.
Cada vez se tiene más conocimiento de las enfermedades infecciosas de los animales que también son un riesgo para la salud humana. Un claro ejemplo son las enfermedades transmitidas por vectores, como el mosquitos, o bien las resistencias antimicrobianas que constantemente plantean retos de cómo trataremos las enfermedades, tanto en los animales como en las personas, en un futuro. Por tanto, no sólo trabajamos con la medicina humana sino también con la epidemiología, la microbiología y la biotecnología. Esta diversidad de conocimientos nos aporta diferentes perspectivas de los problemas y los retos que nos planteamos, pero también nos hace ver que todos estos profesionales compartimos más conocimiento de lo que nos pensamos, por ejemplo algunas metodologías o técnicas de diagnóstico. De hecho, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) ya hace años que se establecen acuerdos y colaboraciones para alinear estas áreas de investigación hacia el concepto de una sola salud o One Health.
«Cada vez se tiene más conocimiento de las enfermedades infecciosas de los animales que también son un riesgo para la salud humana.»
¿Es en esta línea que se creó el Màster Erasmus Mundus in Science in Infectious Diseases and One Health, del que fuiste la coordinadora?
Exacto. En 2017 iniciamos la primera edición del máster, el módulo de bioseguridad se realiza en la Unidad de Biocontención del IRTA-CReSA. Es un máster con visión completa de la salud global. Cuenta con 35 colaboradores asociados, muchos del ámbito de la salud humana como el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, el Instituto de Investigación de la Vall d’Hebron, el Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol e instituciones internacionales como el Centro Pasteur de Camerún o el Instituto Nacional Francés de Investigación en Agricultura (INRA) y empresas del sector farmacéutico.
¿Qué se tendría que mejorar para potenciar aún más la investigación en sanidad animal?
Actualmente tenemos colaboraciones con centros e instituciones muy potentes, tanto en el ámbito nacional como internacional, así como buenos perfiles investigadores. Sin embargo, y pese a que somos un ámbito que repercute mucho en el sector económico, nos faltan recursos para investigar. Necesitamos más inversión y atraer talento. Esto, en nuestro caso, es muy difícil, porque la sanidad animal está dentro del ámbito de la salud y en muchas ocasiones competimos, en cuanto a recursos de investigación, con la salud humana.
¿La sensación es de poco reconocimiento?
Necesitamos que los políticos, las empresas y la sociedad entiendan por qué es necesario invertir en la investigación en sanidad animal. El principal problema que tenemos es que los recursos más importantes nos llegan cuando hay alarmas sanitarias o brotes importantes, es decir, cuando el impacto ya ha provocado consecuencias. Si nosotros somos capaces de dar respuesta a estas alarmas es gracias a todos los años previos de investigación que hemos hecho para conocer mejor una enfermedad o para mejorar las técnicas de diagnóstico. Es decir, gracias a una investigación básica que requiere años de dedicación, por lo que necesitamos una inversión previa para estar realmente preparados para cuando nos llegan nuevas enfermedades. Si no es así, no podremos hacerlo.
El centro IRTA-CReSA tiene la particularidad de que permite trabajar con patógenos altamente peligrosos.
Sí, nuestro centro dispone de una Unidad de Biocontención donde hay laboratorios y estabulario en condiciones de nivel de bioseguridad 3. Si tenemos en cuenta que el máximo nivel de bioseguridad es el 4, nos encontramos con un centro único y singular. En Cataluña somos el único centro público que trabaja con este nivel de bioseguridad con enfermedades infecciosas animales. En el ámbito estatal, también lo hace el Centro de Investigación en Sanidad Animal INIA-CISA, ubicado en Valdeolmos (Madrid). De manera conjunta conformamos la Red de Laboratorios de Alta Seguridad Biológica (RLASB), una de las Infraestructuras Científicas y Técnicas Singulares de España (ICTS).
«En Cataluña somos el único centro público que trabaja con este nivel de bioseguridad con enfermedades infecciosas animales.»
¿La bioseguridad ha ayudado a erradicar enfermedades?
Absolutamente. La bioseguridad es cada vez más importante para el control de las enfermedades, no sólo en los laboratorios sino también en las granjas. La salmonelosis, por ejemplo, siempre había sido un problema grave y una de las principales causas de gastroenteritis en las personas. Gracias a los estudios que se realizaron a principios de los 2000, la Unión Europea estableció unas normas de control de la enfermedad, entre ellas la implementación de más bioseguridad en las granjas de aves de corral, que lograron reducir muchísimo los niveles de este microorganismo en las granjas y, también, en consecuencia a las personas. Como docente, en el ámbito de las aves de corral, he podido comprobar que actualmente hay más conciencia de las medidas de bioseguridad y control y se tiene más conocimiento de las vías de dispersión y transmisión de los patógenos. Hace sólo tres años, por ejemplo, cuando llevaba el alumnado a visitar granjas entrábamos sin problema. En cambio, hoy en día cada vez son más estrictas con los accesos.
Aparte de la bioseguridad, las vacunas también han sido una herramienta básica para hacer frente a muchas enfermedades.
Las vacunas son el futuro. Debemos prevenir las enfermedades porque pronto no dispondremos de antibióticos para tratarlas o bien los tendremos restringidos debido a las resistencias. De hecho, uno de los pilares de la investigación del programa de Sanidad Animal es mejorar el conocimiento de los patógenos para innovar o mejorar las vacunas. Tenemos que conseguir que sean eficaces y seguras. Pero esto es una búsqueda larga y costosa, a menudo incomprensible de cara a la sociedad, ya que para obtener un producto efectivo hace falta casi una década para conocer y estudiar el comportamiento de un patógeno.
¿Cuáles son las enfermedades infecciosas emergentes que más nos preocupan actualmente?
Hay varias, pero las enfermedades que tienen más impacto en la actualidad son las pestes porcinas, tanto la peste porcina africana como la peste porcina clásica, con consecuencias devastadoras para el sector porcino en muchos países de todo el mundo. En Asia ya estamos viendo los efectos de la peste porcina africana y ahora nos estamos preparando por si llega al país. Tenemos la suerte de que en el IRTA-CReSA tenemos grupos de investigación muy potentes trabajando en estas dos enfermedades y por tanto podemos disponer de herramientas de diagnóstico y control efectivas. Además, somos centro de referencia de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) para la peste porcina clásica.
Por otra parte, hay enfermedades que siguen existiendo y nos deben preocupar como expertos en sanidad animal, aunque no aparezcan en los medios de comunicación. Los años 2016 y 2017 fue una de las epidemias más importantes de gripe aviar en Europa con un gran número de granjas avícolas afectadas sobre todo en Francia y Hungría, pero como prácticamente no salió en los medios, pasó desapercibido.
Nos enfrentamos a un futuro marcado por el cambio climático y la globalización. ¿Cómo afectará esto en la aparición de nuevas enfermedades?
Es evidente que cuanto más nos movemos por el planeta, hay más riesgo de contagio o aparición de nuevas enfermedades. Si a esto le sumamos el cambio climático, los efectos se reflejan sobre todo en las enfermedades transmitidas por vectores. El hecho de tener especies exóticas vectores de enfermedades como el caso del mosquito tigre, también ha supuesto la llegada de nuevos virus, que, de hecho, tienen una línea de investigación propia de arbovirus dentro del programa de Sanidad Animal del IRTA. También hay otros animales que sufren y sufrirán los efectos del cambio climático como las aves, sobre todo las migratorias, ya que sus desplazamientos se pueden ver alterados por cambios en el clima. Esto puede tener efectos en las enfermedades que afectan a las aves si tenemos en cuenta que su ecología puede cambiar y podrían entrar en contacto con nuevos hábitats, nuevas especies e interacciones.
«Cuanto más nos movemos por el planeta, hay más riesgo de contagio o aparición de nuevas enfermedades. Si a esto le sumamos el cambio climático, los efectos se reflejan sobre todo en las enfermedades transmitidas por vectores»
¿Qué objetivos te planteas durante los próximos años como jefe de programa de Sanidad Animal?
Detrás de la ciencia hay personas y mi objetivo principal es, sobre todo, facilitar al máximo que la gente pueda hacer su trabajo lo mejor posible, teniendo en cuenta los recursos de los que disponemos. Actualmente nuestra investigación en Sanidad Animal está en una posición muy buena en el ámbito nacional e internacional. Por lo tanto, tenemos que conseguir mantenernos en este nivel de calidad científica y avanzar y mejorar en todo lo que podamos.
Por último, es interesante remarcar que a pesar del grosor de investigadoras que hay en los centros de investigación del país, ninguno de los 40 centros que forman la red BÚSQUEDA en Cataluña está dirigido por una mujer.
Es una realidad y hay que cambiarla. Existe un techo de cristal para la mujer investigadora que debemos saber rompiente. Está demostrado que el número de mujeres va disminuyendo a medida que se asciende en la carrera científica y esto es debido a varios factores. Por ejemplo, la continuidad histórica, que significa que durante muchos años era imposible plantear que una mujer ocupara un cargo de poder. Por suerte, esto cada vez pasa menos. Por otro lado, se está empezando a ver que el liderazgo en los centros y en las empresas ha ido evolucionando hacia un modelo más participativo y eficaz. Esto en parte ha favorecido la creación de equipos de dirección más diversos y paritarios. Por último, hay que tener en cuenta la conciliación de la vida personal y familiar, que hace que muchas mujeres se planteen, al menos durante unos años, mover su actividad profesional a un segundo plano.