PLAN ESTRATÉGICO IRTA
2020-2023
Se espera que para el 2050 haya en el mundo 10.000 millones de personas, y que aumente hasta un 60% la demanda de alimentos. ¿Qué podemos hacer, desde ahora, ante la creciente presión sobre unos recursos naturales limitados en un contexto de cambio climático?
La agricultura y los sistemas alimentarios tienen una serie de retos, como el abastecimiento de alimentos de calidad, seguros, asequibles y presentados en un formato conveniente a una población que tenderá a concentrarse en las grandes ciudades, la necesidad de minimizar los impactos ambientales asociados a la producción, la transformación, la distribución y el consumo de alimentos y la transición hacia dietas más saludables y ambientalmente más sostenibles.
En este nuevo escenario, la generación de conocimiento y su transferencia a los sectores productivos tendrán un papel clave. Atendiendo tanto a las necesidades del sector productivo en Cataluña, como a las recomendaciones de las instituciones europeas e internacionales de referencia, el IRTA ha elaborado el Plan estratégico 2020-2023. Un plan que pivota alrededor de tres Objetivos Científicos Estratégicos:
Objetivo 1
Producir alimentos de calidad y saludables
Objetivo 2
Implementar soluciones tecnológicas
Objetivo 3
Desarrollar sistemas alimentarios sostenibles
Los tres objetivos se despliegan en nueve Iniciativas Científicas Estratégicas, relacionadas con varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU):
A continuación podrás ver en detalle en qué consiste cada una de las Iniciativas Científicas Estratégicas del IRTA. Son nueve retos a los que nuestra investigación dará respuesta:

1) Reducir el despilfarro alimentario y la pérdida de alimentos
En términos globales, se estima que más de un 30% de la comida producida se despilfarra. De aquí al 2030, el objetivo que se fija la Unión Europea es reducir en un 50% el despilfarro y las pérdidas de alimentos en toda la cadena de producción y suministro (incluyendo el comercio, el consumidor y la restauración), mediante estrategias de reducción de la generación de residuos, la reutilización y el reciclaje, y bajo los paradigmas de la economía circular y la bioeconomía.

2) Mitigar y adaptarse al cambio climático
Los modelos actuales de producción, transformación, distribución y consumo de los alimentos tienen un gran impacto sobre el medio ambiente, la resiliencia de los ecosistemas y la estabilidad del clima. El cambio climático interfiere en los sistemas alimentarios y se prevé que en los próximos años esta afectación será especialmente relevante en las regiones de clima mediterráneo. Por ello se necesitan estrategias para mitigar los impactos del cambio climático y para que los sistemas agroalimentarios se adapten a él, y garantizar, de esta forma, la disponibilidad y la calidad de los alimentos.

3) Incrementar la producción de proteína
Hay una necesidad creciente de incrementar la producción de proteína, tanto para la alimentación humana como para la animal, y una demanda emergente de fuentes de proteína alternativas a la animal que atiende a motivos ambientales, éticos o de salud. Será necesario abordar, además, estrategias de extracción y purificación de la proteína como ingrediente, y la formulación de alimentos y piensos con proteínas de nuevas fuentes.

4) Reforzar la sanidad vegetal
El cambio climático y la globalización han provocado la aparición de nuevos riesgos para la salud de los cultivos en forma de plagas y enfermedades emergentes que ponen en riesgo unos estándares de calidad, unos niveles de producción y una seguridad y suficiencia alimentarias que la ciudadanía exige cada vez más. Controlarlos tendrá que ser compatible con una reducción en el uso de pesticidas y fitosanitarios convencionales, que tienen efectos negativos en la salud humana, la pérdida de biodiversidad y la contaminación de los recursos naturales.

5) Disminuir el uso de antibióticos en la producción animal
El incremento de la resistencia a los antibióticos y la aparición de nuevos mecanismos de resistencia son una amenaza para la salud de las personas y de los animales, porque reducen la capacidad de tratar las enfermedades infecciosas y conllevan un riesgo para la vida y una gran carga socioeconómica por los costes tan elevados de los tratamientos y, en el caso especíco de los animales, por la disminución de su productividad.

6) Mejorar la seguridad alimentaria
La multidisciplinariedad de los programas de investigación del IRTA, que abarca desde la producción primaria hasta el consumidor, hace que la seguridad alimentaria pueda ser abordada de una forma transversal y colaborativa. Además, el conocimiento sobre seguridad alimentaria, la proximidad con el sector y la cooperación con los organismos reguladores y las organizaciones internacionales de referencia conforman un marco excepcional para abordar la seguridad alimentaria desde la aproximación de una sola salud (One Health).

7) Fomentar el estudio del microbioma
El estudio de las interacciones entre comunidades microbianas complejas y el suelo y/o el huésped, así como la aplicación práctica de este conocimiento, constituye un gran reto ambiental y agronómico y, al mismo tiempo, una buena oportunidad para el IRTA, que ya lo aplica en los ámbitos de la genética y el bienestar animal, la nutrición y la sanidad, la producción de alimentos, el cambio climático y la gestión de residuos, entre otros.

8) Caracterizar nuevos compuestos bioactivos
Los resultados potenciales de la investigación de compuestos bioactivos son la adquisición de conocimientos básicos tanto en la identificación y la obtención de estos compuestos como en el impacto que puedan tener sobre el estado de salud de plantas, animales y personas. En el ámbito animal, por ejemplo, los efectos en el funcionamiento del trato digestivo, la permeabilidad y la inflamación pueden permitir reducir el uso de antibióticos y desarrollar nuevos aditivos y aromas que regulen el apetito, el comportamiento animal o el depósito de grasa, entre otros.

9) Implementar sistemas agroalimentarios inteligentes
Tecnologías digitales como la telefonía móvil, el big data, el Internet de las cosas, la inteligencia artificial o el blockchain tendrán un papel clave en la mejora de la eficiencia de las explotaciones agrícolas y de la sostenibilidad ambiental y económica del sector agrario. El IRTA trabajará en una estrategia para contribuir a reducir las barreras para adoptar tecnologías para la digitalización de la agricultura, la ganadería, la acuicultura y la industria alimentaria.