“La sostenibilidad es como el fútbol: todo el mundo habla y todo el mundo tiene la solución perfecta”
Entre el 8 y el 12 de septiembre de 2024, Barcelona y varios puntos del territorio catalán acogerán a las cerca de medio millar de personas de los cinco continentes que, en una cifra récord de inscritos, participarán en la decimocuarta edición del congreso LCA Food. Traducido al español, LCA Food, Life Cycle Assessment of Foods, significa Análisis del Ciclo de Vida (ACV) de los Alimentos. Se trata de una forma de calcular numéricamente el impacto ambiental de los productos alimenticios que abarca toda su existencia, desde la tierra que ha posibilitado producirlos hasta que se convierten en residuos o se reutilizan. Esto incluye los transportes, las transformaciones y los embalajes. La Unión Europea (UE) ya utiliza el ACV en el ámbito alimentario y se espera que en los próximos tiempos forme parte de nuestro día a día: se está estudiando cómo incorporar los resultados de su medición al etiquetado de los productos, lo que influirá en las decisiones de muchos consumidores y consumidoras. En el congreso, coorganizado por el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) y la Universidad de Barcelona (UB), participarán expertos y expertas de prestigio internacional. Hablamos con la presidenta de esta decimocuarta edición de LCA Food, la investigadora del grupo de Sostenibilidad en Biosistemas del IRTA Montserrat Núñez.
Llevas muchos meses concentrada en el congreso. ¿Por qué el IRTA, en colaboración con la UB, fue escogido para organizarlo?
El congreso tiene un comité científico, formado por unas 25 personas de los cinco continentes, entre las cuales yo representando al Estado español. El comité tenía ganas de que se celebrase en España desde hace años, porque somos un productor europeo y mundial muy importante de productos de la huerta, de carne y de pescado. Además, nuestra comunidad de ACV es fuerte, activa y creciente. Todo ello hizo que, desde el IRTA, nos decidiéramos a presentar una candidatura para organizar el congreso en la sede central de la UB. Y el comité científico nos escogió para esta decimocuarta edición.
La primera edición se celebró en la segunda mitad de los años noventa. ¿Cómo fue?
Todo empezó en 1996 en Bélgica. Unas pocas decenas de personas se reunieron en el aeropuerto para hablar sobre cómo utilizar el ACV en el análisis de la sostenibilidad de los sistemas alimentarios. Era una herramienta que ya se usaba para estudiar los sistemas industriales. De hecho, la primera compañía que la aplicó fue Coca-Cola, que en 1969 hizo lo que se ha considerado el primer ACV. Con los años, esta herramienta ha ido ganando peso en el ámbito de la alimentación. De reuniones de pocas horas en aeropuertos hemos pasado a un congreso internacional de cuatro días y a ser el principal foro mundial en el que se habla de la sostenibilidad de los sistemas alimentarios a partir de la ciencia y desde el punto de vista cuantitativo. Como muestra de la relevancia del congreso, en esta edición asistirán representantes de la ONU, de la UE y de varios ministerios de países de todo el mundo. De hecho, el ACV es la herramienta que la UE utiliza en sus políticas para determinar qué es y qué no es sostenible desde el punto de vista alimentario.
“Somos el principal foro mundial donde se habla de la sostenibilidad de los sistemas alimentarios a partir de la ciencia y desde el punto de vista cuantitativo”
Sin embargo, no es un concepto mainstream. ¿Nos puedes aclarar qué significa ACV y por qué es tan importante?
Me gusta explicar este concepto desde la biología, que es de dónde salió. Imaginemos el ciclo de vida de una mariposa. Está el huevo, después la oruga, después la crisálida y luego la mariposa. Trasladado a los productos de la huerta, primero plantamos las semillas procedentes del vivero; después ponemos nutrientes, regamos y protegemos la planta usando fertilizantes, agua y fitosanitarios producidos antes de llegar al campo. Posteriormente cosechamos, normalmente utilizando máquinas y fuel. Más tarde utilizamos el producto, y finalmente quedan unos residuos. Si los reutilizamos o reciclamos, es como si la mariposa pusiera huevos nuevos, que van a dar lugar a otro ciclo de vida. En ACV hablamos de sistema-producto, no solo de producto. Es decir, desde el huevo hasta que la mariposa pone huevos nuevos, cuantificamos qué recursos se gastan, como el agua, y qué emisiones contaminantes se realizan, lo que incluye no solo las emisiones de CO2 y otros gases efecto invernadero responsables del cambio climático, sino también todo el resto de contaminantes, como el nitrógeno y el fósforo de los fertilizantes, los metales pesados de los combustibles fósiles o los tóxicos de los pesticidas, que acaban afectando a la naturaleza y a nosotros. También puede incorporarse el aspecto social en el estudio de la sostenibilidad de los ciclos productivos. Por ejemplo, la etiqueta de comercio justo garantiza que no existe explotación infantil y asegura sueldos dignos a los agricultores de los países más desfavorecidos económica y socialmente.
En resumen, una forma muy completa de calcular la sostenibilidad de la producción alimentaria.
Sí. Para medir la sostenibilidad, solemos pensar en el impacto del embalaje. ¡Pues el embalaje es una parte muy pequeña de todo el sistema-producto! Imaginemos un ketchup. Antes de envasarlo, se ha tenido que realizar un proceso donde se han añadido a los tomates otros ingredientes, conservantes y estabilizantes. Además, los tomates han sido transportados a la fábrica que produce el ketchup, y antes se han tenido que plantar y hacer crecer, para lo que se han utilizado fertilizantes, orgánicos o inorgánicos, y quizás pesticidas. Y agua. Y el suelo. Y, todavía antes, está el tractor que utiliza combustible procedente del petróleo. Pues contamos todos estos recursos y emisiones y calculamos impactos ambientales para saber si ese ketchup es más o menos sostenible que el de un competidor. Es importante contarlo todo para evitar ver el sistema de forma parcial. Un ejemplo: si vamos a comprar en coche, usamos en forma de gasolina todos aquellos envases y bolsas de plástico, también procedentes del petróleo, ¡que tanto esfuerzo estamos haciendo por no gastar! De ahí la importancia del pensamiento sistémico.
“Cuantificamos qué recursos se gastan, como el agua, y qué emisiones contaminantes se realizan, lo que incluye no solo las emisiones de CO2 y otros gases efecto invernadero responsables del cambio climático, sino también todo el resto de contaminantes”
Pero toda esta información no llega a los consumidores y consumidoras a través de los productos, como sí que ha llegado la etiqueta Nutriscore sobre el valor nutricional, a pesar de sus controversias y de que es de aplicación voluntaria.
Hay muchas ecoetiquetas para dar información al consumidor, aunque ninguna unificada que hable específicamente sobre la sostenibilidad del alimento. Por ejemplo, existen etiquetas que siguen rigurosas normas y verificaciones de organismos externos. Podemos fiarnos de ellas. Es el caso de la hoja verde, del sello de la CCPAE o también del sello de Bienestar Animal Welfair®, desarrollado por el IRTA. Otras etiquetas, en cambio, son habitualmente estrategias de marketing que nos hacen caer en la trampa del greenwashing. Y otra opción es dar la información sobre el impacto ambiental de forma similar a Nutriscore, es decir, con un rango: este es el camino hacia el que tienden las políticas europeas.
¿Habrá un sello europeo para conocer el impacto ambiental de cada alimento?
Europa trabaja en una directiva para detener el aumento indiscriminado de sellos y reemplazarlos por un sello fiable estandarizado que esté presente en todos los productos y que, con letras, con colores, o con un semáforo, indique cuál es la calificación ambiental de lo que quieres consumir. Pero hay muchos intereses implicados y es una discusión que ya dura más de cinco años. Por el momento no hay acuerdo, pero en los próximos años seguro que se implementará, ¡y los congresos LCA Food habrán contribuido!
Reducir a un color o letra el impacto ambiental de todo el ciclo de vida de un producto parece complicado. El IRTA trabaja en ello, ¿verdad?
Sí, a través del proyecto internacional Eco Food Choice. Realmente, la sostenibilidad es un poco como el fútbol. Todo el mundo habla, porque todo el mundo cree que sabe, y todo el mundo tiene la solución perfecta para que su equipo gane el partido. Como comentaba, hay quien piensa que, haciendo un cambio de embalaje o eliminándolo, ya hará un producto más sostenible, sin contar que, por ejemplo en el caso de una fruta, si se sustituye el embalaje por una cera protectora, o si hay más desperdicio debido a la menor protección que aporta el nuevo embalaje, el producto final puede tener más impacto ambiental y… ¡Se habrá hecho una gran inversión empresarial para nada!
De hecho, el concepto de sostenibilidad está presente en todas partes y todo el mundo quiere encajar lo que produce con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Pero, ¿qué significa exactamente sostenibilidad?
Sostenibilidad significa proteger los ecosistemas, ofrecer igualdad de oportunidades a todos y mejorar la calidad de vida, todo ello de forma económicamente viable, ahora y en el futuro. La dificultad estriba en encontrar el equilibrio entre los tres pilares: ambiental, social y económico. El concepto es muy bonito, pero ¿cómo mides si un producto es sostenible? Se necesitan brújulas que nos digan dónde estamos y cuál es el norte a seguir. Esto es lo que hace el ACV. Nos ayuda en la toma de decisiones para encontrar el camino hacia la sostenibilidad. El ACV está basado en ciencia, lo que hace de contrapeso al uso de la palabra sostenibilidad como mainstreaming. ¿Quieres calcular qué impacto tienes? Pues repasemos todo el proceso productivo. Pongamos orden. Cuantifiquemos. Pensemos, por ejemplo, en el bioplástico como material de envase.
(…)
Pues contamina tanto o más que los envases de plástico porque, para fabricarlo, necesitas tierras de cultivo, que antes tenían otro uso: quizás eran bosque. Y utilizas agua para regar. Y haces emisiones al aire y al agua. Una vez tiras la botella, los bioplásticos también producen nanopartículas, porque en condiciones naturales no son biodegradables ni compostables, sino que deben someterse a unos procesos concretos.
“El ACV está basado en ciencia, y esto hace de contrapeso al uso de la palabra sostenibilidad como mainstreaming”
Qué complejo.
Por ello, es indispensable incorporar, en las empresas e instituciones públicas, a personas que sepan realmente sobre sostenibilidad. Personas que no solo piensen a corto plazo. Por ejemplo, si miramos a largo plazo, hay muchas formas de pensar Catalunya en un futuro. En función de cómo organices los usos del territorio, tendrás unos u otros impactos ambientales. Esto también se puede calcular a través del ACV.
¿Pero hay una forma estándar de calcular el Análisis del Ciclo de Vida, pues?
Sí. Los científicos que trabajamos en ACV estudiamos cómo encontrar medidas consensuadas, armonizadas, para que las empresas, los gobiernos y los particulares utilicen las mismas métricas y, por lo tanto, podamos comparar. Esta estandarización se aterriza en normas internacionales ISO, normativas de la UE, guías de la ONU y protocolos específicos por sectores, como los de la FAO para la ganadería. En todo esto estamos trabajando desde el IRTA y también es la tarea de muchas de las personas que vendrán al congreso. Un ejemplo: investigadores del IRTA han participado en la creación del método consensuado AWARE para evaluar los impactos del consumo de agua en las guías de la UE.
Desde el IRTA también trabajáis con empresas.
Las empresas que vienen a buscarnos suelen decirnos que quieren estudiar la huella de carbono de su producto, habitualmente de los envases, lo que para ellas es sinónimo de sostenibilidad. Nosotros, entonces, les proponemos ampliar la mirada, y se acaban dando cuenta de que querían poner orden empezando la casa por el tejado. Un caso de éxito reciente es el de una empresa con la que hemos hecho el ACV de su carne. Gracias a este ACV siguen proveyendo a una multinacional que se lo pedía para ver si eran competitivos en el ámbito europeo. Si no, habrían dejado de comprarles la carne.
“Es indispensable incorporar, en las empresas e instituciones públicas, a personas que sepan realmente sobre sostenibilidad”
Este es un buen camino para que todo el mundo vaya sumándose al carro, ¿verdad?
Sí, y en eso Europa está poniendo mucho énfasis. Está presionando a las medianas y grandes empresas para que, cuando calculen su huella de carbono, no solo cuenten las emisiones directas, como las producidas por el consumo de electricidad del aire acondicionado o el funcionamiento de los ordenadores. Europa quiere que analicen con qué medio de transporte van a trabajar los profesionales o cuáles son los proveedores de sus productos para saber cuánto y cómo emiten. Como las medianas y grandes empresas tienen pequeños proveedores, esto les arrastra. Es un efecto dominó. Y ya está ocurriendo.
¿Ya?
Sí. Las medianas y grandes empresas europeas deben realizar estudios de huella de carbono de alcance 3, que incluyen las emisiones indirectas que comentaba. Deberán empezarlo a comunicar de forma obligatoria a partir de 2025 de acuerdo con una directiva de la UE. Y Europa no solo lo está aplicando en productos, sino en servicios.
¿Podemos ser algo optimistas, pues?
Estamos mucho mejor que hace diez años. Que exista la ecoetiqueta en los alimentos será muy importante para que, en las decisiones como consumidores, tengamos en cuenta el impacto ambiental de lo que comemos. Pero debemos seguir haciendo esfuerzos para llegar a la sociedad de forma comprensible.
En esta edición del congreso, ¿qué aspectos del ACV están cogiendo más fuerza?
Las dietas saludables y sostenibles. En la última edición, en Lima, ya había algunas charlas. En la edición actual, este tema ocupa más de un día.
¿Qué ha cambiado?
Que se tiene más conciencia sobre la necesidad de unificar la vertiente nutritiva, es decir, qué dietas son saludables, con la vertiente ambiental, o sea, lo sostenibles que son estas dietas. Son dos visiones que no pueden estar separadas. Deben unirse para hacer una estrategia conjunta sobre cómo alimentarnos para mantener al planeta dentro de los límites planetarios a la vez que nos nutrimos de manera adecuada y saludable. Por eso el lema de esta decimocuarta edición es “Sistemas alimentarios saludables para un planeta sano”.
“Es necesaria una estrategia conjunta sobre cómo alimentarnos para mantener al planeta dentro de los límites planetarios a la vez que nos nutrimos de manera adecuada y saludable”
Comentabas que esto se hablará en muchas de las sesiones del congreso. El día 8, anterior a la inauguración oficial, se intentará llegar a consensos sobre el ACV de la carne cultivada.
Se hablará de los tipos de células animales y de ingredientes que se utilizan para hacer carne cultivada en el laboratorio y de cómo calcular su ACV: qué contar, qué no contar y cómo contarlo.
Hay quien afirma que no está claro que la carne cultivada tenga menor impacto ambiental que la carne procedente de la ganadería.
En el laboratorio, más allá de las células de carne cultivada, se utilizan otros ingredientes, que son los nutrientes para alimentarlas. Y también se usan biorreactores, dentro de los cuales crece la carne cultivada. Todo esto, de momento, se hace a pequeña escala y es difícil saber qué eficiencia productiva tendría a gran escala industrial. Es decir, si la demanda del consumo de carne hecha en el laboratorio fuera tan alta como la de la carne convencional, ¿acabaríamos generando el mismo impacto? Habrá que ver cómo contamina la carne cultivada, para aclarar si tiene sentido ir en esa dirección.
En Singapur, Israel o EUA es una realidad, y en España parece que falta poco…
Seguramente será una alternativa más. En sostenibilidad, no suele existir una regla de oro que solucione todos los problemas.
Los días 9, 10 y 11 habrá varias sesiones plenarias y decenas de sesiones de trabajo. ¿Qué destacarías?
Estoy deseando que lleguen las plenarias. Las hemos escogido con mucho cariño. El objetivo es que la gente que asista al congreso se marche con un espíritu crítico y descubra visiones nuevas más allá del ACV. Hemos sido disruptivos porque habitualmente las sesiones plenarias las protagonizan personas que están dentro del LCA Food. Pues, en Barcelona, las y los ponentes vendrán a contarnos cosas que no sabemos. Por ejemplo, el día 9, después de la inauguración oficial y de la ponencia de los representantes de las administraciones, Joan David Tàbara hablará sobre los llamados positive tipping points: aquellos cambios positivos, puntos de inflexión, como la ecoetiqueta o la agricultura regenerativa, que pueden ser como una bola de nieve, o sea, que pueden tener un efecto dominó para que la sociedad tienda a ser cada vez más sostenible. Dará una visión de esperanza.
A ver cómo nos inspira.
Estoy deseando escuchar lo que nos cuenta. También, habrá una mesa redonda con Louise Fresco y Marta G. Rivera, expertas de prestigio internacional, moderada por el catalán Llorenç Milà i Canals, responsable del Secretariado de la Iniciativa del Ciclo de Vida de las Naciones Unidas. Explicarán cómo deben ser los sistemas alimentarios saludables y sostenibles del futuro: ¿serán locales o globales? ¿Cuál será el papel de las mujeres en la producción de alimentos? ¿Cuál es el papel que tenemos como consumidores para dar forma al sistema alimentario?
Y también vendrán empresas.
El último día, tendremos una mesa redonda con ponentes de grandes multinacionales de la alimentación: Unilever, Nestlé y OSI explicarán qué medidas están incorporando para alcanzar los objetivos de la UE para 2030 – 2050 de reducción de gases de efecto invernadero y de aplicación de perspectiva del ciclo de vida. Lo explicarán ante casi medio millar de expertos.
No podrán hacer greenwashing, frente a tantos expertos.
Puede ser muy interesante. Abriremos todos la mente, a ver qué nos cuentan.
Este congreso reunirá a personas de los cinco continentes. Pueden tener puntos de encuentro, pero calcular el ACV no será lo mismo aquí que allá...
Absolutamente. Por ejemplo: en función de donde vivas, te puede interesar incorporar al ACV la parte social como prioridad. En los mercados de producción de café, o de chocolate, seguramente lo más importante es integrar primero los criterios sociales en los sistemas productivos, y después mirar la parte puramente ambiental. O sea, es vital garantizar sueldos justos, o que los niños y jóvenes tengan educación: el primer paso para asegurar la sostenibilidad del mañana es capitalizar a las personas. En los países más desarrollados, nos enfocamos más en impactos ambientales, porque no suele ser un problema que los niños no vayan a la escuela. Pero también existen diferencias entre nosotros. Los países del Mediterráneo no tenemos agua. En el norte de Europa no tienen este problema, y actualmente para ellos son más importantes otros aspectos como las emisiones de los fertilizantes.
Además, a menudo ofrecemos datos de impacto ambiental muy reduccionistas y el ACV va en dirección contraria.
Es muy difícil comunicar los datos. Pero sí podemos afirmar que, de cara al futuro, para tener sistemas alimentarios más sostenibles desde el punto de vista ambiental, debemos aplicar estrategias que no estén solo enfocadas a hacer mejor lo que ya hacemos. Por ejemplo, no vale solamente mejorar los bebederos de los terneros para que se reduzca el consumo de agua. Esto debe hacerse, pero la reducción de los impactos ambientales de los sistemas alimentarios, para llegar a satisfacer los objetivos de la UE, vendrá de la conjunción de tres estrategias: cambiar dietas, tendiendo a dietas basadas en un menor consumo de proteína animal; reducir el desperdicio, y mejorar los sistemas agroalimentarios actuales. El cambio de dietas es clave.
“La reducción de los impactos ambientales de la alimentación vendrá de la conjunción de tres estrategias: cambiar dietas, reducir el desperdicio y mejorar los sistemas agroalimentarios”
Aquí las administraciones tienen un papel importante, ¿verdad? Por ejemplo, cuando definen las condiciones de los contratos para las empresas encargadas de la restauración en escuelas u hospitales públicos.
Las escuelas son un increíble motor de cambio. Los hospitales también. Los centros públicos ayudan mucho a tirar del carro.
¿Qué te gustaría que aporte este congreso, entonces?
Me gustaría que haya buenos debates científicos. Habrá sesiones de discusión, como la focalizada en dietas saludables o la que se centra en el ecoetiquetado, y me gustaría que puedan surgir ideas nuevas que tengan recorrido después del congreso. Y también que sea un foro de interacción científica y con las empresas e instituciones que asistan. Porque los científicos generamos el conocimiento, pero las empresas deben aplicarlo y decirnos qué necesitan, qué no entienden, hacia dónde debemos ir. Además, habrá representantes de la UE y de la ONU, que pueden orientarnos.
Y, para el IRTA, ¿qué supone organizarlo?
Supone situarnos en el escenario internacional de centros que se dedican al ACV en alimentación. Somos pequeños pero somos muy buenos. Estamos organizando la conferencia científica internacional de referencia en este ámbito, a la misma altura que otras entidades mucho mayores que también la han organizado. Lo hacemos aliados con la Universidad de Barcelona (UB) y esto es clave. Y a nivel curricular, como investigadora del IRTA, también puede ser una fuente de oportunidades. Estamos muy ilusionados y esperamos que sea un éxito.